jueves, 23 de diciembre de 2010

La crítica escolástica a Aristotéles

Desde el principio de los tiempos, ciencia y religión han disputado las más grandes discusiones en la historia de la humanidad, sin embargo, muy atrás en el pasado, la herencia científica entró en declive y desaparición, perdiéndose así los documentos y la tradición del saber antiguo, por lo que hombres como Euclides, Ptolomeo y el mismo Aristóteles apenas eran conocidos.

Siglos después, la humanidad redescubrió el saber antiguo, luego de invasiones, guerras y control de territorios, pero muchas compilaciones eran a menudo imprecisas y adulteradas intelectualmente, adornadas por la leyenda y el polvo de nuestros antepasados, siendo la ciencia, en un principio menospreciada por la iglesia católica. Más adelante, con la era del renacimiento, las poblaciones Europeas encontraron un balance creciente en todos los aspectos de su vida, y la ciencia empezó a tomar fuerza dentro de un mundo reinado por la cristiandad.

La humanidad intelectual creció considerablemente, y estos textos a menudo olvidados o dejados a un lado por cualquier razón, comenzaron a ser estudiados de una manera más rigurosa por los eruditos medievales. Sin embargo, los intelectuales del Medioevo pertenecían al clero, y de cierto modo las investigaciones y/o estudios estaban bajo cobijo de la iglesia. No obstante, la pretensión de la lectura y el comentario de una nueva traducción de un texto antiguo, estaban creciendo dentro de los estudiantes procedentes de muchas partes de Europa, lo que hizo necesaria la obtención de nuevas instituciones propias del continente, donde se pudiera transmitir oralmente el saber antiguo. De esta manera se crearon las universidades que sirvieron como alojamiento de una nueva tradición filosófica conocida bajo el nombre de escolástica.

Los textos de Aristóteles eran por lo general el punto de partida de las investigaciones escolásticas, y el entusiasmo con el que eran estudiados, a menudo comprometia una seria de incongruencias y demostraciones dentro de sus estudios gracias a los resultados obtenidos de manera empirica. Sin embargo, este tipo de situaciones dio paso a nuevas teorias eseciales para la consecución de hombres importantes como Copernico o Galileo.

Por su parte Nicolás de Oresme (c. 1323 - 11 de julio de 1382), quien fue un genio intelectual y probablemente el pensador más original del siglo XIV, realizó severas críticas dentro de un texto llamado el tratado Del Cielo de Aristóteles, utilizando un método típicamente escolástico. Por ejemplo, según Oresme, el movimiento natural de un cuerpo se halla gobernado, no por la posición que ocupa en un espacio aristotélico absoluto, sino por su posición relativa con respecto a otros fragmentos de materia, además de esto, Oresme no creía en la rotación de la tierra, y criticando la refutación de Aristóteles de la explicación del movimiento diario de las estrellas por parte de Heráclides el pitagórico, decía que, teniendo en cuenta el supuesto de que el movimiento solo puede ser notado siempre y cuando un cuerpo altere su posición con respecto al otro; si un hombre se encuentra sobre un barco A, a velocidad constante y uniforme, que ve a otro barco B, que se mueve de la misma manera que A, tendrá la impresión de que ninguno de los dos se está moviendo. Si A esta en reposo y B se mueve, entonces el hombre situado en el barco A creerá que B se mueve, pero si por el contrario A es quien se mueve y B esta en reposo, el hombre seguirá pensando que B es quien se mueve; por lo que, afirma Oresme, si la bóveda celeste estuviera en constante movimiento, mientras nosotros en la tierra estuviéramos en reposo o viceversa, no seriamos capaces de notar dicha situación, así que, únicamente tendríamos la sensación de que se mueve el cuerpo en el que no nos encontramos situados, análogamente al movimiento de los barcos descrito por el mismo.

Oresme no se detiene solamente allí, y continua sus críticas en contra de Aristóteles. Ahora sobre el argumento del que deriva la inmovilidad de la tierra del hecho de que un objeto lanzado verticalmente hacia arriba caiga nuevamente en el mismo sitio del que partió. Tomando como analogía el que un hombre sobre un barco, sin darse cuenta que se está moviendo hacia el este con una gran velocidad, girara su mano hacia abajo, como si fuera una línea recta sobre el mástil, tendría la sensación de que esta, solo posee un movimiento vertical.


Hombres como Galileo y Copérnico, pudieron haber realizado sus razonamientos basados en las críticas de sus precursores escolásticos, entre ellos Nicolás de Oresme, sin embargo, este último no pretendía deducir de sus críticas la rotación de la tierra, la órbita alrededor del sol, o incluso distinguir los beneficios que podrían traer a la astronomía estos aspectos. Oresme solo quería investigar los estudios realizados por Aristóteles, y darles algún sentido en la era medieval basado en sus conocimientos y en la experiencia de la humanidad, comprobar las demostraciones y buscar un posible conjunto de enseñanzas e instrucciones alternativas, por lo general descartadas al encontrar un argumento lógico frente a estas. Sin embargo, este tipo de críticas y estudios realizados a lo largo del tiempo no sirvieron solamente para desprestigiar o apreciar el trabajo de grandes hombres como Aristóteles, sino para crear nuevos campos de investigación, indagación y preguntas, que aun estaban vigentes a lo largo de la tradición científica, y los eruditos medievales y escolásticos habían aportado en su afán de descubrir y estudiar el conocimiento antiguo, aportando incluso a la cinemática y dinámica físicas, cuyo objetivo es estudiar el movimiento de los cuerpos.

De esta manera surge la teoría del impetus, creada sobre una de las explicaciones de Aristóteles dada al movimiento de proyectiles. Aristóteles decía que un cuerpo (por ejemplo una piedra), una vez dejará la honda o la mano causantes de la propulsión del mismo, (aunque inicialmente afirmo esto) no cae verticalmente en el suelo, sino que continúa desplazándose en la dirección hacia la cual fue impulsada, y que el aire alterado era el encargado de realizar el impulso que prolongaba el movimiento del cuerpo luego de haber sido soltado por el elemento propulsor. Así, Jean Buridán (Béthune, c. 1300 - †1358), maestro de Nicolás de Oresme afirmó que hay varias experiencias que muestran que el método de Aristóteles carece de todo valor, ya que el aire se resiste al cuerpo. Por lo que dice que el elemento propulsor imprime sobre el cuerpo cierto impetus o fuerza, que actúa dependiendo la dirección en la cual fue lanzado inicialmente y permite al cuerpo viajar con cierta velocidad y continuar su movimiento una vez dejado el elemento propulsor. A pesar de eso, el impetus disminuiría constantemente a causa de la resistencia del aire y de la gravedad, hasta que llegue el momento en el que este disminuya por completo y el cuerpo caiga al suelo luego de un corto o largo recorrido dependiendo del mismo impetus o fuerza con la cual fue lanzado inicialmente.

No obstante, así como esta, muchas otras teorías, estudios e investigaciones propuestas, tuvieron sus inconsistencias y contradicciones que, a lo largo de la historia, empezaron a ser corregidas y finalmente resueltas por Newton, cuya dinámica aportó la pieza clave que necesitaba el sistema matemático de Copérnico. Las leyes de newton aportaron una parte importante a la astronomía copernicana, sin dejar de lado estos precedentes escolásticos, que dieron pie al resurgimiento de la ciencia con sus análisis y críticas, ya que gracias a esto, los científicos modernos han heredado ese espíritu y fe en la razón humana para resolver cualquier tipo de problema y dar explicación a ellos sin importar su naturaleza. 

Escrito por: 'Dullahan'